perjantai 11. syyskuuta 2015

Momentos pequeños

Cada vez que empiezo a escribir algo aquí, pienso un momento en la posibilidad de elegir otra lengua para el texto. Normalmente gana el inglés, pero esta vez, para variar, no. También porque, primero, pasó algo hace una media hora de que quiero escribir y segundo, he desarrollado un miedo tonto de escribir en español. No sé porque soy así; después de resolver el problema de hablar, de repente no me atrevo a escribir. De todos modos, ya es hora de que empiece a creer en mí misma, particularmente ahora que tengo un curso para que tengo que escribir cinco textos bastante largas.

Antes el problema fue mi actitud hacia los errores que hago hablando, y aunque he podido dejar de fijar mi atención en ellos cuando hablo, es diferente con textos escritos. Es como en mi texto el error sería más evidente, como revelaría mis debilidades, las que en conversación se puede olvidar o pasar en silencio. No sé, quizás son solo cuestiones de hábito y experiencia.

Entonces, la cosa que pasó. De hecho, no fue nada muy especial y para algunos quizás hasta sin importancia, pero tuve una conversación excelente con mi padre. Claro que normalmente hablamos de muchas cosas, de su vida y la mía, pero por una vez hablamos en serio. De su trabajo, de gestión de recursos humanos, de nuestras experiencias del liderato. Y no muchas veces he oído mi padre explicar tanto de un tema con todo detalle y un entusiasmo grande y evidente por lo que está pensando y contandome. De alguna manera me sentí orgullosa de él y me di cuenta de que somos muy similares. Compartimos experiencias, principios y intereses; creo que por sus palabras empecé a entender de donde vienen ciertas características de mi personalidad. Y por una vez, no fue solo un consejo de él a mí ni una explicación de mí a él; fue una conversación recíproca y por algún motivo, me derritió el corazón.

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